Un santo que se sale de la raya

S. Girolamo Emiliani

Nace en 1486, en el seno de una noble familia veneciana. Tras una juventud bien aprovechada, en 1531, sin dejar de ser laico, decide abandonarlo todo para dedicarse a una misión muy especial: la de compartir su suerte con los pobres y vivir con los huérfanos.

En plena reforma católica, se forma espiritualmente bajo el influjo de la Cofradía del Divino Amor y de personas de la talla de San Cayetano Thiene (fundador de los teatinos) y Gian Pietro Carafa, que sería después Pablo IV.


Muy pronto Jerónimo destaca entre los cofrades del Divino Amor, en Venecia, como un hábil organizador de las obras de caridad de la ciudad (el Hospital de los Incurables, el taller para huérfanos del barrio de S. Rocco). Por este motivo, varios obispos de Lombardía - norte de Italia - le piden que reorganice en sus diócesis las actividades caritativas.

Entorno a él surge un numeroso grupo de colaboradores, muchos de los cuales deciden incluso compartir su modo de vida. Y nace así la Compañía de los servidores de los pobres, hoy llamados Padres Somascos.

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Jerónimo muere en Somasca -Lecco, norte de Italia- el 8 de febrero de 1537, vencido por la peste contraída asistiendo a los enfermos, durante una de las muchas epidemias que asolaron el Valle de San Martín. Fue su último acto de amor: dar la propia vida, conforme al mandamiento de Jesús.